Se habla mucho de restricciones alimentarias.

Hoy en día parece que comer menos es sinónimo de salud. Que suprimir tu hambre es sinónimo de fuerza de voluntad. Que si quieres estar sano tienes que evadir tu hambre y eliminar alimentos.

Pero… ¿qué le pasa realmente a un cuerpo que vive en restricción? ¿Qué consecuencias tiene vivir con hambre?

La respuesta no es una opinión individual. Está en la ciencia. Te invito a leer uno de los experimentos más famosos que demuestran el daño de las restricciones.

El experimento de Minnesota: cuando el cuerpo comienza a sobrevivir por hambre

En 1950, el fisiólogo Ancel Keys y su equipo publicaron The Biology of Human Starvation, uno de los experimentos más importantes que pone en evidencia las consecuencias físicas, mentales y emocionales de la restricción alimentaria. El objetivo era recabar información para ayudar a las víctimas de hambrunas tras la Segunda Guerra Mundial.

Participaron 36 hombres sanos, bien nutridos, con un estado físico óptimo.

El estudio se dividió en tres fases:

  1. Fase de control: durante 3 meses comieron 3,200 kcal diarias. Su peso y estado emocional eran estables.
  2. Fase de semiinaniación: durante 6 meses redujeron su ingesta a 1,500 kcal diarias con actividad física diaria.
  3. Fase de realimentación: otros 3 meses para observar la recuperación.

Lo que se descubrió no fue una simple “pérdida de peso”. Fue una cascada de consecuencias físicas y emocionales de cuerpos en modo supervivencia.

Las consecuencias de vivir con hambre

Los efectos documentados en estos hombres fueron muy claros, y aparecen también en personas que viven hoy con dietas restrictivas. Si has estado “a dieta”, te invito a leer con cual de estas consecuencias te identificas:

Obsesión con la comida

Tenían pensamientos obsesivos con la comida y su hambre. Aumentaron sus antojos y sus conversaciones relacionadas a comida.

Su metabolismo se redujo un 40%

Su cuerpo tuvo que reducir su funcionamiento casi a la mitad. Esto pasa porque al no dar energía suficiente, el cuerpo intenta ahorrarla para sobrevivir, sacrificando o disminuyendo algunas de sus funciones.

Fatiga y aislamiento

Presentaban cansancio extremo por lo que preferían mantenerse aislados.

Depresión e irritabilidad

La restricción calórica afectó su estabilidad emocional. Estaban más ansiosos, deprimidos e irritables.

Distorsión de la imagen corporal

Esto fue impresionante, al ser hombres que no presentaban ningún antecedente de trastornos alimentarios o dismorfia corporal, ¡algunos de ellos se percibían más gordos!

🍽 Aumentaros sus atracones

Durante la fase de realimentación, tuvieron problemas para sentir su saciedad. aumento su miedo a no tener comida y aumentaron los atracones.

A algunos les tomo 5 meses recuperar una alimentación segura, otros no la recuperaron al 100%.

Y si esto les pasó a hombres sanos, sin presión estética… imagina hoy

Este estudio se hizo en hombres sanos, sin historia de trastornos alimentarios, en una época donde la presión estética para ellos era mucho menor que ahora. Aún así, incluso presentaron conflicto con sus cuerpos.

Por otro lado, se les redujo su dieta a 1,500 kcal. Hoy en día, existen dietas que se prescriben hasta de 800 kcal… o menos.

¿De verdad creemos que esto es saludable y sostenible?

La obsesión por la comida no es tu culpa: es una respuesta del cuerpo

Si estas en una dieta restrictiva y vives pensando en lo que comiste, en lo que vas a comer, si sientes que no puedes parar, que tu hambre te asusta, detente un momento:

No es fuerza de voluntad. Es una necesidad biológica.

Tu cuerpo lo que está buscando es sobrevivir,

necesita que le des lo suficiente para hacer sus funciones.

Restringirte no aporta bienestar. Te quita la salud física y mental.

Vivir a dieta es vivir en alerta. Es desconectarte de ti. Es convertir el hambre en un problema.

Y eso, sostenido en el tiempo, cobra un precio muy alto.

En Fabiola Gama trabajamos desde la nutrición sensible: un enfoque clínico y compasivo que te ayuda a crear hábitos salusables, reconstruyendo tu relación con la comida y a volver a confiar en tu cuerpo.

Si estás lista para dejar de vivir “a dieta”, agenda una consulta 1:1.

Tu cuerpo no necesita menos comida. Necesita más confianza.

Fuentes consultadas:

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- Fabiola Gama