Muchas veces se habla del “comer emocional” como algo que hay que erradicar, controlar o evitar a toda costa. Se le atribuyen connotaciones negativas, como si fuera un signo de debilidad o una falla en la fuerza de voluntad. Pero, ¿y si comer emocionalmente no fuera un problema?

Desde una perspectiva psiconutricional, las emociones no pueden separarse de la comida, por lo que es algo natural. Sin embargo, cuando se hace de manera descontrolada, puede deberse a diferentes factores: restricciones calóricas, suspensión de grupos de alimentos (por ejemplo, carbohidratos o grasas), evasión de señales de hambre, anulación del placer de comer o por regulación emocional. Entender esto cambia por completo la forma en que lo abordamos.

La comida como estrategia de autorregulación emocional

Comer emocionalmente se refiere al acto de comer como respuesta a estados emocionales, y suele asociarse más a estados incómodos como ansiedad, tristeza, aburrimiento, desconexión, soledad, estrés o frustración.

Desde la neurociencia y la psicología de la alimentación, sabemos que la comida activa circuitos de recompensa en el cerebro, especialmente aquellos relacionados con la dopamina. Esto puede generar un alivio temporal del malestar emocional, y es precisamente por eso que recurrir a la comida se convierte en una estrategia frecuente: funciona, al menos en el corto plazo.

Las dietas restrictivas aumentan el comer emocional

Comemos para nutrir nuestros órganos, para mantener funciones vitales, pero también para conectarnos emocionalmente y sentir placer. La restricción interfiere con todo lo anterior.

Cuando estamos “a dieta”, se altera nuestra relación con la comida: dejamos de comer en función de nuestras necesidades reales y comenzamos a comer siguiendo reglas externas. Esto sacrifica tanto la nutrición como la satisfacción, y facilita un terreno para el aumento de antojos intensos, pensamientos obsesivos sobre comida y desconexión con las señales corporales.

Comer emocionalmente no siempre significa comer en exceso. Muchas veces es una respuesta a la privación: ya sea por restricción calórica, eliminación de grupos de alimentos o pérdida del placer al comer.

¿Por qué cuando estoy “a dieta” aumenta la probabilidad de atracones?

Comer en respuesta a emociones no es, por sí solo, un comportamiento patológico. De hecho, todas las personas comemos en relación con nuestras emociones.

Lo que puede volverse un problema es que el comer emocional se transforme en episodios de atracón, caracterizados por:

Cuando esto ocurre, comer deja de ser una experiencia placentera y se convierte en una vía para adormecer el dolor y el vacío. Es un sufrimiento que se expresa a través de la comida.

Más allá del comer emocional: las raíces del atracón

Diversos estudios han mostrado que los atracones se relacionan con personas que:

¿Se puede dejar de comer emocionalmente… y de tener atracones?

Comer emocionalmente es normal, no necesita eliminarse. El trabajo está en perderle el miedo y en reconocer que los antojos son parte de una nutrición sana. Si consideras que algunas veces se te sale de control, puedes comenzar por las recomendaciones que describo abajo.

Si tienes atracones, es importante buscar tratamiento. Cuando comer genera malestar físico o emocional, es posible trabajarlo. La mejor forma de abordarlo es a través de terapia, técnicas de autorregulación y estrategias nutricionales.

A continuación, te comparto algunas herramientas que pueden ayudarte:

Trabajar con los atracones desde un enfoque sensible

1. ¡Evita las restricciones!

Garantizar que este comiendo suficientes calorías y nutrientes de los diferentes grupos de alimentos (carbohidratos, grasas, proteína, frutas y verduras) evita el riesgo de la compensación por privación.

2. Que tu comida sea placentera

Disfrutar la comida reduce el anhelo de comer emocionalmente.

3. Ponle orden a tus horarios de comidas

Has mínimo 3 comidas principales y considera 2 o 3 colaciones. La constancia y previsibilidad en los horarios envían un mensaje de seguridad al cuerpo, disminuyendo la probabilidad de entrar en ciclos de restricción y sobreingesta.

4. Escucha a tu hambre

Ignorar el hambre prolongadamente aumenta el riesgo de comer de forma impulsiva y desconectada más tarde.

5. Trabaja en el juicio moral sobre la comida

No hay alimentos buenos ni malos. Etiquetar la comida desde la culpa solo alimenta la obsesión y el descontrol. Cuando dejas de prohibirte alimentos, reduces la urgencia de comerlos en exceso.

6. Observar qué hay detrás del impulso

¿Necesitas contención, descanso, expresión, conexión? ¿Qué te está pidiendo tu cuerpo o tu emoción en ese momento?

7. Desarrolla otras formas de autorregulación

La comida puede ser una herramienta válida de autorregulación; el objetivo no es eliminarla, sino ampliar tu repertorio de cuidado. Puedes incorporar recursos como la escritura, la meditación, el movimiento consciente, la respiración o el arte, para gestionar emociones sin depender únicamente de la comida.

Comer emocionalmente no es lo mismo que tener atracones

Comer emocionalmente es natural. El problema es vivir atrapada en un ciclo de restricción, culpa y descontrol que daña tu bienestar físico y emocional.

Cuando te permites nutrirte suficiente, dar espacio al placer, y ampliar tus recursos de regulación emocional, la relación con la comida cambia: se vuelve más tranquila, menos impulsiva y más respetuosa contigo misma.

En Fabiola Gama trabajamos desde la nutrición sensible para acompañarte a comprender como funciona tu cuerpo, sin hacer de lado tus necesidades emocionales.

Si estás lista para mirar tu alimentación con más profundidad y compasión, agenda una consulta 1:1 y empecemos juntas.

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- Fabiola Gama