En muchas mujeres, el miedo a engordar aparece como un susurro después de cada comida “prohibida”, en el espejo cuando notan algún “defecto”, al ver una foto de años atrás o al compararse con cuerpos que parecen más delgados.
Pero… ¿qué tanto nos está costando este miedo?
El miedo a engordar no es superficial. Es profundo, persistente y, en muchos casos, condena a una persona a vivir en frustración y angustia toda la vida.
¿De dónde viene el miedo a engordar?
Detrás del miedo a engordar suele haber una mezcla de muchos factores, como:
- Presión social, medios y redes sociales: refuerzan un solo tipo de cuerpo como deseable.
- Familia con heridas de imagen: normalización de juicios corporales, críticas y comparaciones.
- Apego inseguro o vínculos frágiles en la infancia: relaciones que condicionan el amor a la imagen.
- Inflexibilidad cognitiva: dificultad para manejar el malestar, incluyendo los cambios corporales, sin caer en el control excesivo.
- Salud peso-centrista: profesionales que refuerzan la idea de que salud es igual a delgadez.
Y en medio de todo esto, lo que más necesitamos: volver a sentirnos seguras en nuestro propio cuerpo.
No tenemos miedo a engordar, tenemos miedo al riesgo social que conlleva
El miedo a engordar se alimenta de una realidad social dura: vivimos en una cultura que discrimina los cuerpos gordos.
Y cuando esta discriminación se vuelve interna —cuando empezamos a creer que valemos menos si pesamos más— aparece lo que se conoce como internalización del sesgo de peso (WBI).
Este fenómeno no solo daña la autoestima, también afecta el cuerpo físicamente:
- Aumenta los niveles de cortisol (estrés crónico).
- Se asocia con mayor inflamación sistémica.
- Contribuye a problemas metabólicos, digestivos y cardiovasculares.
- Repercute negativamente en los hábitos de alimentación y ejercicio. (ÍNDICE NUTRICIÓN SENSIBLE…).
Es decir: el miedo a engordar, sostenido por el estigma, enferma al cuerpo.
¿Cómo soltar ese miedo?
No se trata de “dejar de tener miedo” de un día para otro. Se trata de iniciar un camino de reconciliación con tu cuerpo, sin importar su tamaño.
Aquí algunas claves:
Pregúntate
¿Qué decisiones en tu día están dominadas por el miedo al cuerpo? Observa, sin juzgarte, cómo influye este miedo en tu comida, tu placer, en tu descanso o en tus relaciones.”
Reconoce que el miedo no es tuyo: te lo enseñaron
Y lo que se aprende, también puede desaprenderse.
Cuestiona las creencias sobre la gordura
Exponerte intencionalmente a diversidad corporal en redes sociales ayuda a reducir el sesgo internalizado y mejora la aceptación corporal.
Cultiva la neutralidad corporal
Disminuye el foco en la apariencia, promoviendo la funcionalidad del cuerpo. Ejemplo: en lugar de pensar “mi cuerpo no me gusta”, enfócate en “mi cuerpo me permite caminar, abrazar, disfutar”.
Practica la autocompasión
Tu cuerpo ha cambiado muchas veces. Y seguirá cambiando. Eso no lo hace menos digno de cuidado o amor.
Nunca es tarde para construir una relación más amable con tu cuerpo
Tu miedo no es una exageración. Es un miedo de generaciones.
Pero puede terminar contigo.
El cuerpo no es un problema que resolver. Es un hogar que merece habitarse con respeto.
Y en Fabiola Gama trabajamos precisamente desde ahí: construyendo hábitos que honren a tu cuerpo.
Si estás lista para dejar de vivir con miedo a tu cuerpo, agenda una consulta 1:1 y empecemos juntas este camino.
Mereces vivir sin miedo a engordar.
